domingo, 13 de enero de 2013

Machaquito. (Memorabilia. I)

Machaquito de Hamburgo fue un matador de novillos alemán, de quien se tuvo noticia por su actuación en Xochimilco (departamento federal de Méjico), el 13 de marzo de 1927. Aunque se dio buena traza, no sabemos que persistiera en su idea de ser torero.


Esta breve nota en el Cossío no menciona nombre ni apellidos de quien, según se dice, siempre los ocultó porque quiso ser conocido sólo por el apodo con el que se anunció en su corta carrera como novillero. Había llegado a España en 1920 y casi de inmediato había caído fascinado por el que a sus ojos era un país hospitalario y cálido, en el que la mugre y las moscas no conseguían reprimir la alegría y la gracia de un pueblo vivo, chispeante y a la vez profundo, apasionado y asceta. Debía de ser un hombre leído y de alguna cultura, como se desprende de la lectura de las notas dispersas que han llegado a nosotros y que estaban en manos de quien fuera su apoderado. No parecen los apuntes de un viajero, sino los de alguien decidido a querer ser español y específicamente andaluz. Al futuro Machaquito le fascinaba, por ejemplo, la actitud de los españoles ante un problema transcendental como la muerte. En una de sus notas, fechada en 1921, comenta la emoción que le causó la lectura de unos versos de Miguel de Unamuno en los que se refería de manera agónica a “este buitre voraz de ceño torvo que me devora las entrañas fiero”. Esa misma noche, en una taberna de La Carolina (ya había traspasado Despeñaperros en busca de su tierra prometida) escuchó a un parroquiano entonar esta copla:
Cuando me pongo a pensar

que me tengo que morir

yo tiro una manta al suelo

y me jarto de dormir.


No le quedó ninguna duda. Había que acudir allí donde había sido posible la conjunción de la sombra y la luz, de la angustia y el oropel, del cáliz y el palo cortado, de la tragedia y la vida: Andalucía.

Cuando llegó a Granada, ya había sucumbido por completo a la “quincalla meridional” de la que años más tarde hablaría nuestro más renombrado filósofo en un artículo publicado en El Sol. Se sabe poco de su etapa granadina, aunque su presencia no pasó inadvertida. En The Art of Flamenco, publicado por Donn Pohren en 1963, se recogen algunos recuerdos del cantaor Manolo Caracol. Al repasar su vida, de pronto lo vemos a los doce años, participando en el Concurso Nacional de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 con el nombre de “el Niño de Caracol”. Ganó el primer premio (mil pesetas y un diploma acreditativo), ex aequo con Diego Bermúdez, “Tenazas de Morón”, que era ya un anciano. Cuenta Manolo Caracol que en la Plaza de los Aljibes había un público extraño, que luego supo compuesto por pintores, poetas periodistas y pocos cantaores: “Hasta había un alemán con aire de chico grande que se acercó a saludarme”.

A partir de este punto se pierde la pista de Machaquito. Parece improbable que la familia del niño cantaor, en la que figuraban también toreros de la saga de Enrique Ortega el Gordo, terminara por amparar a tan raro admirador y hasta quién sabe si, entre sorprendidos y divertidos, lo iniciaran en su conversión andalusí.

De los años andaluces de Machaquito sólo queda un misterio y un apunte: en un artículo publicado por el musicólogo Arcadio Larrea titulado “La copla andaluza”, al que hacen referencia el poeta Ricardo Molina y el cantaor Antonio Mairena en su libro Mundo y formas del cante flamenco, se recoge una taranta que dicen magistralmente cantada por Pastora Pavón “Niña de los Peines”:
Del agua que no descansa

ha aprendío el molinero

el gozo del caminar,

y yo caminar no quiero,

que solo quiero llorar.

¿Es fruto de la casualidad que esta copla recuerde tan evidentemente el primer lied del ciclo “Die Schöne Mullerin” de Schubert? Lo compuso en 1823 con poemas de Wilhelm Müller, y lo tituló “Das Wandern”. Sus versos no dejan lugar a dudas:

Das Wandern ist des Müllers Lust,

Das Wandern!

Das muß ein schlechter Müller sein,

Dem niemals fiel das Wandern ein,

Das Wandern.

Vom Wasser haben wir's gelernt,

Vom Wasser!

Das hat nicht Rast bei Tag und Nacht,

Ist stets auf Wanderschaft bedacht,

Das Wasser.


Para quien escribe estas líneas, que recibiría agradecido cualquier información sobre nuestro personaje, la solución a esta enigmática coincidencia solo tiene un nombre: Machaquito de Hamburgo.   Publicado el 26 de Mayo de 2010 por Montenegro.

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